Producción - Cambio de luces

 Amor, posesión y fantasías 

 

Tanto en Cambio de luces como en La intrusa, el amor aparece atravesado por una proyección masculina idealizada, pero también por una fuerte tensión entre deseo, poder y posesión.

En el cuento de Cortázar, Tito Balcárcel se enamora no tanto de Luciana como persona, sino de la imagen que él construye a partir de sus cartas —una mujer imaginada en una galería cubierta, con ojos claros y tristeza delicada. Este uso del recurso de la idealización romántica  revela un amor que nace más en la fantasía que en la realidad. En cambio, en La intrusa, los hermanos Nilsen comparten literalmente a Juliana como si fuera un bien, y al final, para “proteger” el vínculo fraternal, deciden matarla. Aquí se utiliza el recurso de la deshumanización del personaje femenino, ya que Juliana es tratada como un objeto intercambiable y eliminable.

En ambos relatos se percibe una mirada masculina que intenta controlar el amor, y cuando la mujer no encaja en ese molde ideal o empieza a existir por fuera del deseo del varón, se genera una ruptura. En Cambio de luces, esa ruptura es interna y silenciosa: Tito se decepciona cuando descubre que Luciana no es la mujer que él soñó. En La intrusa, la ruptura es brutal y explícita: los hombres eliminan físicamente a la mujer que altera su equilibrio.

Finalmente, ambos cuentos están narrados desde un punto de vista que omite el pensamiento femenino. Este uso del monólogo interior o focalización masculina excluyente  sirve para denunciar —a través del estilo— cómo la voz de la mujer queda silenciada, incluso cuando está en el centro de la historia.

 

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